viernes, 27 de enero de 2012

Manifiesto Autogestionado

“usted es libre, elija, es decir, invente”
(Jean Paul Sartre, en “El existencialismo es un humanismo”)

" el panorama cambia, si vas sincerando vos, todo tiene otro sabor aunque muchos no puedan comprender!"
(Eterna Inocencia, en "Hazlo tu mismo")

El hecho de elegir la autogestión como forma de llevar adelante un proyecto periodístico no significa hacer cualquier “cosa” en materia de manejo de información, ni restarle profesionalismo a un trabajo que, de primera mano, esta bastante bastardeado. La noción de periodismo que conocemos está en franca decadencia desde hace un tiempo, profundizando dicho quiebre en los respectivos debates contemporáneos sobre el proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, en las centenarias audiencias públicas que se llevaron adelante en todo el país, que un año después condensarían todos esas décadas de luchas en la promulgación definitiva de la ley madre de un nuevo paradigma de la comunicación en el país.

Este fin de año llegó además la legislación que posibilita la democratización del papel prensa, que se encontraba desde 1976 en manos de un grupo hegemónico multimediatico. Con este nuevo panorama en materia legislativa, los medios de comunicación de la Argentina van camino a una manera de operar distinta a la tradicional, en el sentido que las leyes traen aparejadas novedosas disposiciones.

Es necesario entender, entonces, que el periodista, su práctica, la relación con los pares y sus jefes, el tratamiento de la información, la consulta de fuentes, los grupos de poder que ejercen presión, las cadenas informativas, las agencias de noticias, y todo lo que rodea al universo periodístico nacional, esta sufriendo cambios estructurales en la manera de operar teórica y prácticamente.

El mal llamado “periodismo independiente” ha servido durante décadas para la legitimación del discurso hegemónico, pero no ha sido el único elemento legitimador. Ha sido, en cambio, el más efectivo con el que ha contado el Grupo Clarín para encubrir sus intenciones corporativas e intereses empresariales y brindarlos como verdades naturalizados a un conjunto de la audiencia. El periodismo independiente se ha transformado entonces en una bandera de la libertad de empresa que esconden estos poderes fácticos de la comunicación.

Los abogados constitucionalistas, los jueces “cautelares”, los columnistas “calumniadores”, los buitres de las redacciones, el zoológico opositor y los socios exteriores -SIP, CNN- son los sofistas útiles para dibujar las operaciones de prensa lobbisticas de los multimedios, ergo, los grupos de poder fáctico, los que nunca van a elecciones democráticas, pero no reniegan de su pasado oscuro apoyando a las dictaduras de turno, época en la cual han obtenido todo su estructura monopólica.

Los medios del interior del país se encuentran, hasta el momento, en condiciones desfavorables para llevar adelante su propio emprendimiento comunicacional, debido a la concentración monopólica de grupos multimediáticos como Clarín, Uno, Televisión Litoral, etc, etc. Debemos comprender entonces, en la doble condición de pertenecer al interior del país y a una minoría autogestionada, que nuestro lugar de miltancia y lucha es contra los grandes medios hegemónicos, articulando con distintas fuerzas políticas y agrupaciones sociales una resistencia que permita la distribución del espectro comunicacional. Debemos entender que nuestro éxito también dependerá de un Estado que permita nuestra realización de autogestión, ya sea como asociación civil o como cooperativa, a través de leyes que legitimen nuestro trabajo, que otorguen conquistas al periodista como trabajador. Defender esas conquistas es un deber y obligación nuestro al que no podemos escaparle.

Un periodista autogestionado debe entender, mucho antes de lanzarse a hacer periodismo, que solamente será posible un periodismo subjetivo. Desde que nacemos, pertenecemos a una sociedad que histórica y culturalmente arrastra ciertas pautas y normas que reproducen formas de comprender la visión pormenorizada de los procesos sociales que anteceden a nuestra existencia y condicionan el futuro. Quienes abogan por el periodismo objetivo en realidad solo quieren imponer una única versión de lo sucedido, pero esa “dictadura de la objetividad” solo pueden lograrla los grupos hegemónicos, es decir, los más poderosos, los que ejercen presión, quienes nos asfixian. Si aceptamos y dejamos el paso libre para el determinismo objetivo que nos inculcan mitologicamente desde esas usinas de poder concentrado diariamente, entonces no hacemos más que servirnos en bandeja en un banquete al que no hemos sido invitado, y comprobaremos en carne propia el darwinismo más puro en materia de periodismo.

Un periodista autogestionado es el resultado de la toma de conciencia -en primer lugar- de la organización colectiva, y sabe que su suerte esta ligada a la toma de decisiones que provengan desde el grupo de compañeros que lleven adelante dicho proyecto. En segundo lugar, la denominación “periodista autogestionado” llega a concretarse cuando hay una identificación con el resto de los compañeros y el propio proyecto periodístico.

Un periodista autogestionado llega al punto tal de apartarse de la lógica productiva de los medios de comunicación tradicionales cuando entiende que son grupos empresariales que solo persiguen una “zanahoria económica”, descuidando el estilo, la utilización efectiva y responsable de las fuentes y la información, pisoteando la ética periodística y la ética humana. El periodismo tradicional, la lógica liberal de los medios de comunicación y las ratas de alcantarilla que se sientan en las oficinas y ocupan su lugar de jefes, gerentes, CEO, etc, etc, son los espejos antagónicos del periodismo autogestionado.

El amarillismo barato, vil y rufián en el que han caído los mal llamados “medios populares” -otrora “de masas”- se escudan en la falsa concepción del periodismo como mercancia y practican el “vale todo periodístico” sosteniendo que esas noticias son las que “la gente quiere”. Esa idea maniqueista es muy perversa, es una utilización canallesca de la ética profesional y humana hacia el conjunto de la población. Nuestra tarea no es reproducir esa misma lógica violenta de los mensajes “para Doña Rosa”, en donde se ocultaban naturalizaciones, estereotipos y representaciones sociales realmente peligrosas desde la óptica burguesa de los medios de comunicación.

El periodista autogestionado además tiene plena conciencia en la intervención efectiva de la disputa política, y actúa como un núcleo político que se relaciona con otros grupos pares, consolidando un proyecto común colectivo y comunal, enfrentándose a fuerzas contrarias mediante la defensa ni más ni menos de la convicción inquebrantable en la manera de entender y practicar el periodismo, la política, la cultura, la historia, y en otras palabras, la vida misma.

Se contempla al trabajador de prensa inmerso en un espacio de participación comunitaria -por el rol inclusivo que se impulsa desde la cooperativa con sectores sociales relegados o estigmatizados desde los medios concentrados- ; como organización política que motoriza y articula propuestas tendientes a la aplicación definitiva de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, resistiendo el embate de las estructuras neoliberales de comunicación hegemónica que aún persisten en nuestro tiempo; y como productoras de contenidos periodísticos cercanos a la realidad de los barrios.

Los medios de comunicación hegemónicos, encerrados en su propia disyuntiva y, en definitiva, su lógica perversa, han decidido llevar adelante un plan muy arriesgado y peligroso: el anarco-periodismo. El anarco-periodismo es el manotaso de ahogado de los grandes medios frente a un nuevo mapa en la organización de los medios de comunicación en el país, que de aquí en adelante, con tal de perpetuarse un par de años más como “la única voz” y no perder más terreno en la distribución de los espacios comunicacionales, los dueños de estos medios van a acudir a artimañas desleales, de una carroña periodística verdaderamente preocupante y desmoralizadora, por eso debemos estar alerta, no solo como periodistas, sino también como ciudadanos. Estos medios están en su hora más difícil, pero aún no han perdido todo su poder de influencia en la sociedad y, por sobre todas las cosas, en la economía y en la política, acaso los dos espacios donde se definen las cuestiones del país.

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