viernes, 27 de enero de 2012

Apuntes críticos para comprender la coerción ideológica de la modernidad a través de los medios de comunicación hegemónicos

Capítulo 1

Esclavos posmodernos de los “viejos usos modernos”

Hemos llegado hasta el siglo XXI siendo esclavos de anticuadas formas de observar, analizar y conocer el mundo de las ideas que nos rodean, de conceptualizar a los procesos sociales, políticos, históricos y culturales con presuntas reglas o pautas mecanicistas que nos han arrastrado a valoraciones poco autóctonas en el espectro comunicacional que nos compete.

El primer texto utilizado como disparador para este capítulo es “Brindis por la modernidad”, de Marshall Berman, donde el filósofo estadounidense profundiza en la quimérica dicotomía entre el traspaso de una sociedad moderna a una posmoderna. En el mismo, Berman comienza sintetizando que “los ambientes y las experiencias modernas cruzan todas las fronteras de la geografía y la etnicidad, de las clases y la nacionalidad, de la religión y la ideología (…) Puede decirse que la modernidad une a toda la humanidad. No obstante, esta unión es paradójica, es una unión de la desunión: nos arroja a un remolino de desintegración y renovación perpetuas, de conflicto y contradicción de ambigüedad y angustia”.

De la misma manera, un ejemplo que identifica esta noción que describe el pensador marxista es la comprensión de la cultura oriental mediante el “visor intelectual” y el tamiz antiterrorista del occidentalismo imperialista y católico, con todos los prejuicios que trae aparejado bajo la capa democrática norteamericana. En nuestro país -situación que profundizaremos más adelante- observamos este mecanismo determinista en la construcción de un relato hegemónico actual, que ha sido alimentado a través de dos siglos de “Historia Oficial”, pensada desde los intelectuales ilustrados que dieron vida a la Generación del 80, y por consiguiente, a todo el universo de ideas que conformaron el imaginario colectivo de lo que era civilizado y bárbaro, entendiendo a lo nacional como descartable y bruto, y a lo foráneo como culto, educado y símbolo del progreso de una clase privilegiada.

Por otra parte, Marshall Berman caracteriza a la modernidad como una sucesión de “los grandes descubrimientos en las ciencias físicas, que cambian nuestras imágenes del universo y nuestro lugar en él; la industrialización de la producción, que transforma el conocimiento científico en tecnología, crea nuevos medios humanos y destruye los viejos, acelera el ritmo de la vida, genera nuevas formas de poder jurídico y lucha de clases; inmensos trastornos demográficos, que separan a millones de personas de sus ancestrales hábitats, arrojándolas violentamente por el mundo en busca de nuevas vida; el rápido crecimiento urbano y con frecuencia cataclísmico; sistemas de comunicación masivos, dinámicos en su desarrollo, que envuelven y unen a las sociedades y las gentes más diversas; estados nacionales cada vez más poderosos, que se estructuran y operan burocáticamente y se esfuerzan constantemente por entender sus dominios; movimientos sociales masivos de la gente y de los pueblos, que desafían a sus gobernantes políticos y económicos, intentando ganar algún control sobre sus vidas; y finalmente, un mercado mundial capitalista siempre en desarrollo y drásticamente variable, que reúne a toda esa gente e instituciones”. Nadie queda afuera de la cadena capitalista ni de su eslabón moderno, así nomás fuese una pìeza descartable.

Por ende, Berman sostiene que la burguesía es el “primer promotor” del “movimiento dialéctico de la modernidad”, y que se volvería en contra de sí misma como clase intermedia en la visión marxista de lucha de clases entre el capitalista, que poseía los medios de producción, y el trabajador, que vendía su fuerza de trabajo. La concepción marxista ha posibilitado la realización de teorías novedosas como la plusvalía y la lucha de clases, que eran alternativas ideológicas en el seno de una Europa industrialista a cualquier precio.

En lo que respecta al tema que aquí desarrollo, la burguesía también ha sido la clase que parió a los medios de comunicación desde un desarrollo hegemónico, con mensajes caracterizados por un alto grado de naturalizaciones, mitos, ofreciéndose de esta manera como clase continuadora del status quo imperante, no solo en la esfera comunicacional, sino también en todos aquellos espacios de participación y realización de los hombres. En todo momento, los preceptos modernos debían moldear las conductas de los seres humanos, y no dejarlos “ni a sol ni a sombra” en lo que respecta ideologicamente.

Berman asegura que, de esta manera, “la sociedad moderna no sólo está encerrada en una jaula, sino que toda la gente que está adentro vive determinada por sus rejas; somos seres sin espíritu, sin corazón, sin identidad personal o sexual (…) El hombre moderno como sujeto -como ser viviente capaz de respuesta, juicio y acción en y sobre el mundo- ha desaparecido”.


Capitulo 2

La ideología liberal dominante en la construcción del mensaje hegemónico

La modernidad parece ser, entonces, la validación de tradiciones y costumbres en las formas de vivir, de observar, de pensar, y de transmitir las ideas que conforman nuestro ideario político, o en otras palabras, ideológico. Es aquí donde se produce un intercambio de roles y contraposiciones entre la modernidad y la ideología, donde ambas conviven en perfecta armonía, siempre y cuando quién interprete a las dos concepciones se ampare en la lógica de pensamiento liberal.

Para explicar el funcionamiento de la matriz liberal utilizaremos las palabras del sociólogo Armand Mattelart, en su escrito “Los medios sociales de comunicación de masas”, donde asegura que “los medios de comunicación de masas que (…) pertenecen a la esfera de una ideología de clase dominante, y constituyen los soportes de la ideología llamada genéricamente burguesa. Por lo tanto, reflejaran la visión del mundo (…) que tiene otra clase y que ella desea hacer aceptar como la única razonable, la única objetiva, y por consiguiente, la única universal. En la medida en que esta clase, monopoliza los medios de producción y domina la estructura de poder de la información, será su visión particular del mundo la que tenderá a imponerse como visión general de ese mismo mundo”.

Esta definición certera de Mattelart no hace más que reforzar la idea central de este ensayo: hay una historia oficial impuesta desde la visión de una clase dominante, que en muchos casos no refleja la realidad de las mayorías, y es por eso que el conocimiento se transforma en una vanguardia de las grupos elitistas que no comprenden un proceso histórico, político o social por su génesis real y su alcance a través del tiempo, sino que es al revés: deben ser las mayorías -que, paradojicamente, se transforman en expresiones minoritarias- las que se amoldan a la “ilustración vanguardista”.

El mecanismo utilizado para dicha coerción es la matriz de pensamiento liberal. En este punto, Mattelart sostiene que “en sentido más operacional la ideología burguesa puede ser considerada -en el medio de comunicación de masas- como un conjunto de mecanismos de reducción de los fenómenos y de los procesos sociales a la escala de sistema de valores de la clase dominante”. A continuación, desarrollaremos un análisis de las distintas formas en las que se nos imprime la denominada matriz liberal, y nos envuelve en su limbo mortal, cargado de conceptualizaciones reducidas, estrechando nuestro pensamiento y la comprensión de los sucesos/procesos que se desarrollan, de los cuales somos partícipes como continuadores del status liberal o críticos acérrimos.

La herencia social de los prejuicios en la sociedad

Para que una estructura concentrada de los medios monopólicos de comunicación pueda mantenerse debe contar con el opio de una audiencia acrítica en la calidad de información que recibe y en la manera que es bombardeada por la publicidad, incluso en los informes periodísticos que, como explicamos antes, son sostenidos por los grupos de intereses que defienden.

La herencia social, como lo explica María Rosa Neufeld en “Crísis y vigencia de un concepto: la cultura en la óptica de la antropología”, es la “cultura de un grupo determinado sería producto de esta herencia, y esto a su vez implicaría haber recibido, en un proceso de transmisión, un conjunto o bloque de pautas y valores, que serán luego conservados en forma inmutable: la idea de “reproducción de lo mismo” parecería estar encerrada en este concepto”. En la “era de la comunicación” que estamos atravesando, el traspaso de la herencia social y cultural es a través de los medios de comunicación (radio, televisión, diarios, internet, etc).

Por un lado, puede verse con optimismo que las diferencias geográficas o los límites que imponen las grandes urbes posmodernas sean acortadas por el acceso a estas comunicaciones (no en todos los casos), teniendo en cuenta la “gran aldea global” como quimera de los teóricos; sin embargo, este arma de doble filo que es la comunicación nos encuentra cooptados por un proceso de transmisión que (en nuestro objeto de estudio) tiene la particularidad de esgrimirse como “una verdad”, “una realidad”, “algo objetivo”, un placebo donde las audiencias somnolientas reproducen inalterablemente como argumento irrefutable, sobre todo en temas de agenda que se imponen como la delincuencia, las políticas de estado, la economía, los derechos humanos, etc, etc.

En muchos casos, existen prejuicios o preconceptos estipulados en la sociedad y los medios no hacen más que retroalimentar esas representaciones colectivas (“el villero es delincuente”, “los agarran después de robar y al rato lo sueltan”), logrando así la naturalización del conjunto de pautas o valores que desde las instituciones ligadas al monopolio de los medios se encargan de instalarlos .

La particularidad que presenta la manera de informar un hecho delictivo en los medios de comunicación hegemónicos es la discriminación; desde estos espacios comunicacionales se construye una diferencia hacia el delincuente o el presunto responsable del asalto y una exclusión de estas personas.

La codificación y decodificación de las informaciones

En párrafos anteriores quedó descubierto el accionar de los medios de comunicación hegemónicos, pero detrás de esto están las noticias y el modo de presentarlas; para esto, tendremos en cuenta el texto “Codificar y Decodificar” del teórico jamaiquino Stuart Hall, que nos permitirá llegar al entendimiento de los códigos que permanecen ocultos en cada información.

En primera medida, debemos asimilar la forma de analizar y comprender el concepto de violencia; “Sabemos como Gebner ha indicado que las representaciones de violencia en la pantalla de televisión no son violencia sino mensajes acerca de violencia pero hemos continuado investigando la cuestión de la violencia, por ejemplo, como si fuéramos incapaces de comprender la distinción epistemológica”. Esto plantea un quiebre en el análisis lineal de las informaciones, y en la ruptura del método científico aplicado a la connotación cultural de violencia, para entenderla desde el medio de comunicación que la genera y repite constantemente cuasi-análisis descontextualizados.

Hay dos cuestiones a tener en cuenta para entender la información que proviene de estos medios de comunicación: la naturalización de los signos que representan a la violencia y por otro lado, el hecho que origina el acto delictivo, ambas conforman la representación colectiva del concepto violencia; Stuart Hall sostiene al respecto que “la realidad existe fuera del lenguaje pero está constantemente mediada por y a través del lenguaje en relaciones y condiciones reales. Así no existe un discurso inteligible sin la operación de un código icónico y los signos son por lo tanto signos codificados también”. Otro aspecto a tener en cuenta son los signos anteriormente construidos y aceptados por las audiencias.

El orden cultural dominante.

Otra de las teorías de Stuart Hall es la del orden cultural dominante, que explica de la siguiente manera: “cualquier sociedad o cultura tiende, con diferentes grados de clausura, a imponer sus clasificaciones del mundo político, social y cultural. Estas constituyen el orden cultural dominante aunque nunca sea unívoco o no contestado”. De esta forma, las audiencias acríticas son destinatarias del efecto residual de la comunicación, traducida en un diseño hegemónico, propulsores de una única verdad.

En cuanto a las audiencias acríticas, los destinatarios de los mensajes, el ensayista sostiene que “lo que quieren decir es que los televidentes no están operando dentro del código dominante. Su ideal es el de una “comunicación perfectamente transparente”. En cambio, con lo que tienen que confrontarse es con una comunicación simultáneamente distorsionada”; este maniqueísmo es el resultado de la naturalización de los conceptos, el mapa de medios que tenemos y el orden cultural dominante.

Los estudios de comunicación siempre nos remiten al rasgo más primitivo de la materia: emisor-mensaje-receptor, pero conjuntamente a esta concepción se desarrollan otras mucho más complejas que hemos ido explicando a lo largo del ensayo. A modo de síntesis sobre esta cuestión, nos remitimos a una de las frases de Stuart Hall en “Codificar y decodificar”: “si no hubiera límites la audiencia podría simplemente leer lo que se le ocurriera en un mensaje. Sin duda existen algunos "malentendidos totales" de este tipo. Pero el espectro vasto debe contener algún grado de reciprocidad entre los momentos de codificación y decodificación, pues de lo contrario no podríamos establecer en absoluto un intercambio comunicativo efectivo. De cualquier forma esta "correspondencia" no está dada sino construida. No es "natural" sino producto de una articulación entre dos momentos distintivos. Y el primero no puede garantizar ni determinar, en un sentido simple, qué códigos de decodificación serán empleados. De lo contrario el circuito de la comunicación sería uno perfectamente equivalente, y cada mensaje sería una instancia de una "comunicación perfectamente transparente".


Bibliografía utilizada

Marshall Berman: “Brindis por la modernidad. En: Nicolás Casullo: El debate modernidad- Pos-modernidad. Buenos Aires, Editorial Punto Sur, 1989.
Armand Mattelart: “La lectura ideológica del mensaje” En “Los medios sociales de comunicación de masas”, Ceren, Universidad Católica de Chile, 1972.
Hall, Stuart, “Codificar y Decodificar”, en Culture, media and lenguage, Hutchinson, London, 1980.
Neufeld, María Rosa, “Crisis y vigencia de un concepto: la cultura en la óptica de la antropología”. En Lischetti, Mirtha (comp), Antropología, Eudeba, Buenos Aires, 1998.

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